Vea la 1ª parte:
Parte 2.
La presidenta de la Confederación Brasil-Argentina, doña. Lurián da Silva, desde su sede en la capital de la alianza, Santa Maria do Rio Grande do Sul, respondió inmediatamente al urgente pedido de ayuda militar y de apoyo diplomático realizado el 2 de septiembre, casi al medio día, por la presidenta de Angola, la señora Luana de Coutinho.
A la amenaza británica del uso de la fuerza y el envío de 18 buques de su marina de guerra para apoyar a las fuerzas de Zambia y Zimbabue, la Confederación respondió enviando 37 grandes naves, incluyendo dos porta aviones nucleares que se instalaron en frente al litoral angolano, a la altura de Lubango, casi en línea recta hacia las regiones de las Coutadas Públicas de Luiana, Luengué y Mavinga, ocupadas horas antes por los invasores de Zambia.
La noche era cerrada cuando empezó el desembarco de las primeras fuerzas argentinas y brasileñas en Namibe y Tombua, en la costa de Angola; eran las 21.30 horas del 2 de septiembre de 2042, y las dos unidades de vanguardia, la Agrupación de Comandos Anfibios y Buzos Tácticos, comandados por dos capitanes brasileños al mando de una tropa de elite argentina de 220 hombres, partían del destructor Santa Trinidad y se internaban en los parques nacionales de Lona, Bicuar y Mupa, marchando hacia la zona ocupada por los invasores.
El 3 de septiembre, aproximadamente a las 2 de la madrugada, el Santa Trinidad detuvo nuevamente la marcha, ahora en la boca más occidental de la bahía, entre Amelia Beach y Praia Azul, y desembarcó 570 marines y 204 paracaidistas que inmediatamente tomaron el control de la reserva de Namibe.
El primer destacamento se dividió en dos grupos: el más numeroso, al mando de un teniente brasileño, comenzó una larga y penosa marcha de 28 kilómetros hacia el cuartel de las fuerzas armadas de Angola, ex-cuartel general de la SWAPO que fuera atacado tantas veces por la UNITA en las guerras civiles de mediados y fines del siglo XX; el segundo marchó hasta la antigua base del principal contingente cubano que había llegado a la ciudad de Lubango en los años de 1970, y de la cual despegaron gran parte de los cazas cubanos que combatieron en la Guerra de Frontera contra la antigua Sudáfrica segregacionista.
Esta vez, el 3 de septiembre de 2042, 23 cazas Sea-Harrier 2038, comandados por pilotos angolanos, brasileños y argentinos salieron en simulacro de ataque a las tropas invasoras de Zambia.
El 4 de septiembre, Gran Bretaña -alertada por los 23 estados remanentes de los antiguos EEUU- puso en marcha la réplica con una acción militar, materializada en el envío a la zona del conflicto de seis submarinos nucleares, y una aparentemente poderosa Fuerza de Tareas.
Todo esto corría paralelo a un accionar diplomático, a pedido del Presidente Gaston de Francia y Löwer de Alemania para que se disuadiera a los gobiernos de Zambia y Zimbabue, y a los Emitatos Árabes de emplear la fuerza contra las tropas brasileño-argentinas que se desplazaban en apoyo a Angola.
A partir del 5 de septiembre, Brasil, Angola y Argentina llevaron adelante una maniobra decididamente ofensiva en lo político, económico y psicológico, en tanto que, sin pausa, ejecutaban la concentración de fuerzas para la reconquista de las áreas ocupadas.
Desde el primer momento, como en otras ocasiones de su historia pacifista y conciliadora, el planeamiento y desplazamiento de los medios militares brasileño-argentinos, se habría realizado con la intención y el convencimiento de deflagrar una acción bélica. Agotados los medios diplomáticos y las negociaciones pacíficas, estas acción podría ser relámpago o más o menos prolongada, cruenta o incruenta, según el grado de resistencia que opusieran las fuerzas centro-africanas; en cualquiera de los casos la Confederación y Angola estaban preparadas para la guerra.
En este sentido, las negociaciones en la Nueva ONU constituían en un cierto sentido una pantalla, que les daba tiempo, y encubría las reales intenciones del país agredido y sus aliados sudamericanos, que era preparar sicológicamente a la opinión pública mundial, mientras creaba un justificativo válido –por ser real- para una probable, lamentable e ineludible guerra.
Su objetivo era la reconquista total y definitiva de los territorios angolanos invadidos, acatando de hecho las disposiciones dispuestas por la Nueva ONU.
Tanto la Armada Republicana Británica como la ex 5ª flota de los antiguos EEUU, -aunados en una última tentativa de presión sobre Brasil-Argentina y su aliado Angola- se encontraban próximos a jubilar de los servicios un 70 por ciento de sus flotas, lo que hubiera dificultado cualquier tentativa seria de ataque o de contraataque, eliminando de hecho su eventual victoria sobre las fuerzas de Brasil-Argentina, naciones con más de sesenta años sin guerras, pero permanentemente alertas ante los peligros de los viejos y caducos ex-imperios.
Sobre la costa angolana había, al atardecer del día 4 de septiembre de 2042, dos grandes destructores misilísticos ARA Hércules B-52, de 5.400 toneladas, con 4 lanzadoras de misiles MM-38 Exocet antibuque cada una, y cada lanzadora con 12 misiles, 9 lanzamisiles dobles antiaéreos Sea Dart- 2038, 6 cañones de 114 mm, 5 antiaéreos de 20 mm, 9 lanzadores triples de torpedos de 324 mm y 24 helicópteros Westland Sea Lynx -2040.
Por otro lado, como modo de poder neutralizar un posible ataque combinado de los Emiratos Árabes y de Qtar, Brasil y Paraguay habían apostado entre Bandar-e-Khamir y Bandar-e-Abbas, a la entrada del Golfo Pérsico, 18 corbetas misilísticas Drummond P-31, de 1.250 toneladas, 24 lanzadoras de misiles MM-2038 Exocet antibuque, cada una de ellas con 12 misiles, 6 cañones de 100 mm, y 5 doble cañones de 40 mm importados de los antiguos EEUU en 2041.
A su vez, Uruguay, el Estado Asociado de Islas Malvinas y Argentina, desplazaron hacia la parte estrecha del Golfo de Azadi tres corbetas misilísticas Granville P-2033), de 1.350 toneladas cada una, con 8 lanzadoras de misiles MM-38 Exocet antibuque , y cada una con 15 misiles, 4 cañones de 100 mm y 3 dobles de 40 mm, producidos por Paraguay en 2036.
El Nuevo Submarino ARA Santa Fe S-2021, de 1.526 toneladas, con 18 tubos lanzatorpedos de 254 y 533 mm, modelo 2039, se apostó en frente a las playas del parque nacional Nayband Marine de Irán, a pocos minutos de Al-Rwais y Al-Mafyar. De inmediato, Irán se declaró a favor de la Confederación y de la agredida Angola, y amenazó con cerrar el Estrecho de Ormuz, advirtiendo a los estados remanentes de los ex-Estados Unidos y a Gran Bretaña, que no enviaran sus portaaviones al Golfo Pérsico. Los 23 Estados respondieron tímidamente que sus portaaviones pueden patrullar donde sea necesaria la libertad de navegación, ante lo cual Irán empezó a realizar ejercicios navales en el área del Estrecho.
Nuevamente -y tal como había ocurrido en "la Guerra que no fue" de 2038, cuando Gran Bretaña amenazó retomar el estado Asociado de Islas Malvinas- la enorme presión internacional a favor de Brasil-Argentina y su aliada Angola desarmó el posible conflicto.
A diferencia de las viejas potencias colonialistas e imperiales, la Confederación Brasil-Argentina y su enorme red de alianzas, en América Latina y África Oeste y Sur, habían impedido los conflictos armados con solo estirar los músculos y sin necesidad de disparar un único tiro.
Las Nuevas NU enviaron tropas de Cascos Azules que se instalaron preventivamente entre los territorios de Liuwa Plains y su parque nacional Sioma Ngwesi en Zambia, para fiscalizar el retiro pacífico y el desarme del enorme contingente militar que había invadido Angola. Y, lógicamente, se prohibió a las oligarquías de Zambia y a Zimbabue instalar cualquier tipo de bases aéreas de lanzamientos de misiles.
FIN, Javier Villanueva. São Paulo, 23 de febrero de 2012.
Lea también Perú y las Malvinas argentinas, 2022. La guerra que no fue.
1ª parte:
2ª parte:
3ª parte:
4ª y última parte:
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